La primigenia fuente de asombro que despertó las primeras preguntas filosóficas, incluso antes de que Aristóteles lo formulase así, fueron las cosas y procesos naturales que ocurren en nuestro alderredor y en nosotros mismos. Quizá llamar a todo eso Naturaleza sea dar por supuesta una entidad única y consolidada que funciona como motor de todo lo existente; es decir, una idea tomada de la filosofía como heredera de la teología pero no de la filosofía como madre de la ciencia. Quizás mejor que hablar de la divina Naturaleza sea referirse, como hizo nuestro padre Lucrecio y recomendó Clément Rosset, a la naturaleza de las cosas (de rerum natura), pregunta que responde mejor al propósito de las ciencias. Sea como fuere, en la actualidad la Naturaleza es una diosa que representa por los supuestos ultrajes que se la infligen a todas las víctimas de la codicia y la arrogancia humanas. Pero ¿de dónde surge esa codicia y esa arrogancia más que de la naturaleza que nos constituye? La pregunta está de actualidad y merece la pena hacerse, lo que no está nada claro es a quién"La Fundación Ramón Areces no se hace responsable de las opiniones, comentarios o manifestaciones realizados por las personas que participan en sus actividades."